He decidido adquirir una vivienda adecuada a mis necesidades, una vivienda leal, alegre y acorde con
mi status. Me dirijo a unos grandes almacenes, porque no puedo permitirme comprar una construida a
medida.
Planta siete: adosados, apartamentos y dúplex.
- ¿Le gusta este apartamento? - me pregunta una vendedora simpática y dicharachera, mientras realiza
unas piruetas y volantines para que no me aburra y, de paso, no analice demasiado detenidamente la
calidad de la mercancía. El apartamento gruñe e intenta morderme.
- No sé... Parece un poco salvaje.
- Ya verá como cuando lo domestique, quedará encantado con él. Apartará de usted a vendedores
ambulantes, cobradores, fiscales de Jehová... Es un apartamento de lo más útil - y mientras dice esto, ella
ejecuta dos saltos mortales sobre el mostrador, para disimular que el apartamento está destrozando a
mordiscos la pata de una silla. .
- Creo que no me conviene, aunque no dudo de que apartará visitas molestas...
- ¿O quizás un adosado? - al verme dudar, la vendedora, con una sonrisa, comienza a desnudarse. Es
lo último en técnica de ventas.
Trato de examinar el adosado que me ofrece, pero el sujetador de la vendedora se obstina en colocarse
ante mis ojos, dificultándome la visión. El adosado me abraza entre murmullos cariñosos.
- Sí, me gusta este adosado. ¿Qué come?
La vendedora me instruye sobre los cuidados que necesitará mi futuro hogar.
- ¿Paga usted con dinero o con alguna tarjeta?
- Con tarjetas - respondo, y comienzo a darle mis tarjetas de visita, en todas las cuales dice: "Don
Abundio Gómez, perito agrícola". Cuando llevo entregadas unas cuatrocientas, me detengo, pues
siempre me gusta conservar alguna por si un marido celoso me desafía a un duelo a muerte.
La vendedora vuelve a vestirse y me pregunta:
- ¿Lo envuelvo o se lo lleva puesto?
Estoy tan impaciente por estrenar mi nuevo adosado, que me lo llevo puesto. Él ronronea.
Pero lo que prometía ser una vida feliz, pronto se convirtió en un infierno. Al cabo de pocos
meses, mi adosado se mostró procaz e impertinente:
PILAR: -¡Abundio! ¡Cuánto tiempo sin verte!
YO: - ¡María! ¡Estás preciosa!
ADOSADO: - Quiere decirte que estás lo suficientemente buena como para echarte un par de
polvos antes de despedirte con una patada.
O valga otro ejemplo:
GUARDIA URBANO: - Ha pasado usted un semáforo en rojo.
YO: - Disculpe, señor guardia, pero no lo vi.
ADOSADO: - Quiere decir que no le vio a usted, porque se salta todos los días este semáforo
para llegar a tiempo al trabajo. Siempre le digo lo mismo: "Abundio, algún día te pondrán una
multa". Y además, lleva la documentación del coche caducada.
Traté de corregir esta nefasta costumbre suya, pero fue inútil. Y un adosado, como su propio
nombre indica, se te pega como una lapa, va contigo a todas las partes y no hay manera de
librarse de él por las buenas. ¿Divorciarme? Seguro que el juez me obligaba a pasarle una
pensión para mantener su parqué brillante. Regresé a los grandes almacenes, planta tercera,
instrumentos de jolgorio, tortura y asesinato, y compré una guillotina. Mi adosado suplicó:
- ¡No, no!
- Sí.
Y cuando la hoja de la guillotina cayó, una nubecilla de polvo, tejas y cascotes flotó en el ambiente,
mientras en mi rostro se dibujaba una siniestra sonrisa de felicidad. Al fin libre.
Ahora vivo con un dúplex. Es más aburrido y repetitivo, pero no me causa dificultades.
DÚPLEX: - Ahora vivo con un dúplex. Es más aburrido y repetitivo, pero no me causa dificultades.
-¡Oh, por favor, cállate!
DÚPLEX: -¡Oh, por favor, cállate!
Aunque me hace compañía, en ocasiones resulta enervante.
Asus VariDrive
Hace 12 años
1 comentario:
"Un adosado va contigo a todas partes". Jajajaja. Muy bueno primo. Cuida de tu dúplex, que aunque sea pesado, debe ser siempre mejor que un ático, o peor todavía: un estudio.
Un saludo.
Publicar un comentario